CYRANA (Fragmento del capítulo 8) Ref 2
Por: José Ramón Burgos Mosquera.
Briggitte
escuchó con una nitidez perfecta su voz. Un trio de caribeños de la isla lo acompañaba
mientras cantaba en un paraje desconocido de las playas de Varadero, una vieja
canción cubana que conocía y disfrutaba desde siempre:
“¿Qué
te importa que te ame si tú no me quieres ya?
El
amor que ya ha pasado no se debe recordar.
Fui
la ilusión de tu vida un día lejano ya.
Hoy
represento el pasado, no me puedo conformar.
Si
las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar,
tú
me quisieras lo mismo que veinte años atrás.
¡Con
qué tristeza miramos un amor que se nos va!
Es
un pedazo del alma que se arranca sin piedad”[1].
Se
desperezó y abandonó la hamaca en que descansaba cubierta apenas por un pareo,
lo abrazó por detrás con suavidad y comenzó a besarlo y a morderlo con ternura
y pasión desconocida en ella, detrás de las orejas, en los hombros, mientras
acariciaba su torso desnudo. Sintió cómo galopaba su corazón y no le importó
que el sarong se fuera deslizando de su cuerpo, mientras le rogaba que siguiera
cantando su tonada preferida. Extrañas sensaciones se habían apoderado de su
alma. Quería volar, planear sobre la mar convertida en una maría mulata o una
gaviota y zambullirse luego en sus brazos para repetir su exigencia una vez
más:
-
¡Sigue esa canción que me redime! ¡Cántala,
amor mío!
Y
él volvía su mirada mendicante de cariño hacia sus ojos dichosos, dueños de la
fantasía, y reiniciaba con su incambiable tono de barítono antillano:
-
¿Qué te importa que te ame?
-
Si tú no me quieres ya…
De
pronto calló y el aire se tornó helado, desconocido, el sol reverberante
desapareció tras una bruma gris, violeta, de un color indefinible y ella quiso
gritar para pedirle que no se fuera. Entonces se dio cuenta de que la ventana
de su alcoba estaba abierta y la brisa del amanecer seguía entrando a raudales…
y que su fantasía se había apeado apenas llegado el día, como ocurría a menudo.
Suspiró hondo, observó el reloj y colocó la alarma para levantarse dos horas
después, feliz de haber vuelto a sentirse viva y llena de bríos, aunque tan
solo fuera en sueños.
A
las siete de la mañana tras ducharse, se envolvió en su pijama y salió a
preparar algo de desayuno, para ambos. Fue cuando encontró la breve carta,
doblada cuidadosamente sobre su escritorio.
Querida
amiga:
Debo
atender una inaplazable conferencia telefónica a las 08:00.
Como
no conozco tu número espero tu llamada. Mi móvil es 314880….
Qué
grato sería que me aceptaras invitarte a cenar mañana. Pasaría a las 7 p.m.
Dormir
cerca de ti fue reconfortante.
Giuseppe.
Observó
el papel como si examinara una obra de arte. Sus trazos eran firmes, la caligrafía
impecable. La llevó hasta su cama y se dedicó a debridar con la paciencia y
cuidado de un cirujano cada detalle de lo que había pasado hasta entonces. Y
por supuesto, estaba dispuesta para cenar con el ganador de los tres premios de
novela más importantes de la literatura iberoamericana, el impredecible y
encantador Giuseppe Naranjo.
(2) Megan Fox Tomada de Mariclaire News