lunes, 15 de junio de 2009 0 comentarios

ISRAEL KANTOR O EL REGRESO DE BENNY MORÉ




Tras una larga, penosa, inexplicable cura a la que fuera sometido durante los recalcitrantes años de la sociofobia marxistoide, el regreso del "bárbaro" Beny Moré a la cabeza de esa incunable constelación de intérpretes y creadores consumados del folclor isleño, se hace sentir de nuevo, refrescando los aires de la música caribeña.

Beny al igual que Machito, Miguelito, Bebo,Vicentico, Alfredo y Chucho Valdés, Israel López "Cachao", La Sonora Matancera y su incontable lista de gloriosos herederos, han retornado al fín a ocupar el inuestionable primer lugar del que desde los centros del poder político se les quiso borrar, al confundirse el ejercicio de su arte con el más perverso retrato del capitalismo. Decenas de ilustres gusanos del imperialismo yanki, errantes vagabundos que exhumaban su dolor de proscritos y el afilado metal de su exilio, han vuelto a escucharse y ya no solo en los programas de las madrugadas de la radio isleña sino hasta en los corredores de los centros de poder oficial.

No ha sido extraño que en su lento, irremediable, soberbio e inocultable retorno a las podridas leyes del mercado y creación de plusvalía, el régimen cubano haya decidido insertar buena parte de su estrategia de reconstruir los perdidos hilos del tejido social, retomando la música provinciana como un nuevo objetivo estratégico. Curiosamente, la "Nueva Trova", la denominada canción social y comprometida en la defensa del proyecto político del estado permanece en un plano distinto y reservada para los eventos políticos de masas. Mientras tanto se le abre una ventana de aire fresco para revivir el delicioso y ronco esqueleto de Compay Segundo paseándose a sus anchas por las calles de Santiago de Cuba, tanto como el abierto acceso a las viejas luminarias del Tropicana, de "Dos Gardenias" para continuar tratando de adecentar la herrumbre de persecuciones y destierros a que fueran sometidos por más de cuatro décadas.

Solo así puede explicarse esta salida a escena del lamentado Israel Kantor, al lado de viejas estrellas agrupadas en la Tropicana All Stars, las mismas que iluminaron el firmamento aquel amanecer de fin de año del cincuenta y ocho en La Habana y en eso llegó Fidel... y en verdad, se acabó la diversión. Y en medio siglo todo sigue igual como en los poemas de Miguel Hernández, uno de aquellos donde se mata la libertad solo para descubrir que sobrevive en las ondas de los aires.
 
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