viernes, 20 de julio de 2012 0 comentarios

ASONADAS CON OLOR A BELIGERANCIA


Por años, hemos compartido el sino trágico y la suerte de los pueblos indígenas que habitan  a lo largo de la cordillera central del suroccidente colombiano. Como nortecaucanos convivimos con centenares de indígenas en los municipios de Miranda, Corinto, Toribio,  Caloto, Silvia, Puracé y Caldono. Hemos sido testigos de su incansable peregrinar en defensa de sus territorios y de su integridad cultural, desde la fundación del CRIC, hace más de un cuarto de siglo, hasta aprender a sobrevivir en medio de los enfrentamientos de los incontables grupos guerrilleros que se han tomado periodicamente la zona como territorio de guerra.

 Autodefensas campesinas, chusmeros y bandoleros en los cincuentas y sesentas y luego guerrilleros de las FARC, M 19, Ricardo Franco, Jaime Bateman, Quintin Lame, y cuanto rebelde se aparezca en el horizonte, se ha refugiado en las montañas agrestes y cañones inhospitos de nuestra cordillera, a rumiar su rebeldía y de alguna manera hacerla compatible con la lucha ancestral de los pueblos indígenas por mantener su integridad territorial y su identidad sociológica, ambas modificadas por las oleadas de refugiados antioqueños, cundiboyacenses y del viejo Caldas fugitivos de la violencia de mitad de siglo, quienes construyeron una nueva subcultura agrícola y ganadera entre la montaña y la pradera vallecaucana.

El Movimiento Social Indígena, había logrado construir una infraestructura ideológica inexpugnable con apoyos nacionales e internacionales que le permitian caminar con paso sólido e inalterable hacia una concreta reivindicación real de sus derechos ancestrales, constitucionales y legales.

Pero ha incurrido en un error que podría significar su peor equivocación.

Atentar contra el Ejercito Nacional y exigir el abandono del territorio desconociendo que representa una de las figuras del poder más respetadas y simbólicas del Estado, en medio de una guerra prolongada, más que una temeridad y una osadía increibles, termina prestandose a servir en bandeja a uno de los contendientes (las FARC), un territorio "despejado" de fuerza pública inicialmente y luego de toda autoridad representativa del Estado, es decir, crando las condiciones perfectas para que la guerrilla obtenga Estatuto de Beligerancia o reconocimiento internacional de para-estado o estado dentro del estado, vocería y representación a nivel mundial y finalmente, apertura sin duda a una desmembración de la unidad territorial de Colombia. Además de un paraiso para los narcotraficantes que explotan en las solitarias montañas extensos cultivos de cripy y coca. 

Por todo ello, Colombia dejó de considerar a los indígenas como "menores de edad" y con derechos y privilegios protegidos por la Constitución. Hoy son vistos como unos avivatos, oportunistas y apátridas al servico de una causa política que termina enfrentandolos a todo un país.

Y sin embargo todo no es más que una costosa equivocación del liderazgo indígena. Si no aprovechan esta oportunidad para construir una "Agenda de trabajo" conjuntamente con el Estado, estarán camino de lograr la peor frustración para una nueva generación, que en las filas de la guerrilla (más del 80% de milicianos y guerrilleros son de extracción campesina y de la etnia paez) o en la guardia indígena del CRIC, vienen construyendo una vía para la autonomía y el crecimiento espiritual y material de todo un pueblo.

Las reivindicaciones no se alcanzan solo como producto de la subversión para lograr el cambio social como lo planteara el maestro Orlando Fals Borda. Son tambien realidades alcanzables utilizando la inteligencia y el conocimiento de las fibras que le son más sensibles a la nación. 
 
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