lunes, 30 de marzo de 2020 0 comentarios

CYRANA (Fragmento del Capítulo 8)


                                               CYRANA (Fragmento del capítulo 8) Ref 2


Por: José Ramón Burgos Mosquera.



Briggitte escuchó con una nitidez perfecta su voz. Un trio de caribeños de la isla lo acompañaba mientras cantaba en un paraje desconocido de las playas de Varadero, una vieja canción cubana que conocía y disfrutaba desde siempre: 

“¿Qué te importa que te ame si tú no me quieres ya?
El amor que ya ha pasado no se debe recordar.
Fui la ilusión de tu vida un día lejano ya.
Hoy represento el pasado, no me puedo conformar.
Si las cosas que uno quiere se pudieran alcanzar,
tú me quisieras lo mismo que veinte años atrás.
¡Con qué tristeza miramos un amor que se nos va!
Es un pedazo del alma que se arranca sin piedad”[1].

Se desperezó y abandonó la hamaca en que descansaba cubierta apenas por un pareo, lo abrazó por detrás con suavidad y comenzó a besarlo y a morderlo con ternura y pasión desconocida en ella, detrás de las orejas, en los hombros, mientras acariciaba su torso desnudo. Sintió cómo galopaba su corazón y no le importó que el sarong se fuera deslizando de su cuerpo, mientras le rogaba que siguiera cantando su tonada preferida. Extrañas sensaciones se habían apoderado de su alma. Quería volar, planear sobre la mar convertida en una maría mulata o una gaviota y zambullirse luego en sus brazos para repetir su exigencia una vez más:
-          ¡Sigue esa canción que me redime! ¡Cántala, amor mío!
Y él volvía su mirada mendicante de cariño hacia sus ojos dichosos, dueños de la fantasía, y reiniciaba con su incambiable tono de barítono antillano:
-          ¿Qué te importa que te ame?
-          Si tú no me quieres ya…
De pronto calló y el aire se tornó helado, desconocido, el sol reverberante desapareció tras una bruma gris, violeta, de un color indefinible y ella quiso gritar para pedirle que no se fuera. Entonces se dio cuenta de que la ventana de su alcoba estaba abierta y la brisa del amanecer seguía entrando a raudales… y que su fantasía se había apeado apenas llegado el día, como ocurría a menudo. Suspiró hondo, observó el reloj y colocó la alarma para levantarse dos horas después, feliz de haber vuelto a sentirse viva y llena de bríos, aunque tan solo fuera en sueños.

A las siete de la mañana tras ducharse, se envolvió en su pijama y salió a preparar algo de desayuno, para ambos. Fue cuando encontró la breve carta, doblada cuidadosamente sobre su escritorio.
Querida amiga:
Debo atender una inaplazable conferencia telefónica a las 08:00.
Como no conozco tu número espero tu llamada. Mi móvil es 314880….
Qué grato sería que me aceptaras invitarte a cenar mañana. Pasaría a las 7 p.m.
Dormir cerca de ti fue reconfortante.
Giuseppe.

Observó el papel como si examinara una obra de arte. Sus trazos eran firmes, la caligrafía impecable. La llevó hasta su cama y se dedicó a debridar con la paciencia y cuidado de un cirujano cada detalle de lo que había pasado hasta entonces. Y por supuesto, estaba dispuesta para cenar con el ganador de los tres premios de novela más importantes de la literatura iberoamericana, el impredecible y encantador Giuseppe Naranjo.



[1] Veinte años. Comp. María Teresa Vera
  (2) Megan Fox Tomada de Mariclaire News
 
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