viernes, 20 de agosto de 2010 0 comentarios

PARA QUERERTE SIEMPRE ORQUESTA ARAGON DE CUBA



El mundo aprendió a amar a Cuba desde siempre; desde cuando los abismados cronistas de Indias no encontraban adjetivos suficientes para describir su belleza indescriptible, hasta ahora cuando se nos vuelve a narrar la demencial belleza de los tiempos de búsqueda del país de la canela. Por generaciones se escuchó de su frenética vorágine, al convertirse en el escenario de encuentro de culturas ancestrales y diametralmente opuestas, hasta los tiempos recientes de su heróica lucha por la independencia de Europa. Y luego, seguimos amando y manifestando fieramente nuestra inclinación romántica y amor visceral por todo cuanto acaecía en la isla de José Martí de Ignacio Agramonte, de Antonio Maceo, de Mariana Rosales, a quienes terminamos confundiendo con Camilo Cienfuegos, con Celia, Fidel y por supuesto: el enigmático Ché.

Pero hay un axioma de la historia cuyo juicio termina siendo inexorable: la gloria es tan efímera como la existencia misma. ¿Cuánto hace que el mundo que idolatró a Fidel lo observa como un dinosaurio troglodita que vocifera consignas en contravía del juicio de la historia? Cuántas cosas hemos tenido que soportar para olvidar como se pisotea la dignidad de tres generaciones de cubanos? Ninguna ideología puede estar por encima de la dignidad del hombre. Nada puede justificarlo.

Y qué relación puede haber entre esa desoladora confesión y el título de estas notas? Veámoslo así: ni siquiera la mas recalcitrante ideología pudo destruir las raices inigualables del folclor cubano, pues el son, el cha cha chá y las guajiras hacen parte esencial de la identidad humana de ese pueblo excepcional, creador y mítico. Los quebrantos de esa patria de todos los latinoamericanos, sublimaron en su arte el dolor que los ideologismos no permiten expresar.

Cómo no sobrecogerse ante la mágica egoencia y dignidad elevada conque vagan por los escenarios del mundo los herederos del gran Carlos Light, ahora bajo la batuta de Rafaelito Light?. Cada uno de aquellos virtuosos del violín y la flauta, amanecen en la tierra de nadie, en un peregrinar de noctámbulos donde jamás se hace el mínimo reclamo a ese régimen al que nada conmueve y donde la verdad jamás sobrevive. Ninguno se atreve a romper ese silencioso código de honor que el régimen impone como precio por ser y no ser, la brújula de un viaje irredimible hacia el pasado de la isla. Por eso mismo trashuman y erran , sin subyugarse ante la orgía de luces y despilfarros del capitalismo del orbe. ¿Qué de todo ello podrían llevarse ,tras cada doloroso, anhelado e inevitable retorno a Cuba? A duras penas unas cuantas prendas aquí, un adorno allá... ; al regreso, un nuevo concierto de amor a su pueblo en el Salón Rosado de La Tropical. Y volver a sentir que no se siente y pensar que no piensa mientras el tiempo sigue siendo estático, mudo e insobornable testigo que nada pasa. En la Plaza de la Revolución, sinembargo, en su envejecido refugio, José Martí seguirá meditabundo esperando los cansados pasos de su fracasado intérprete, para reclamarle: ¿Cuántas víctimas necesita tu Leviatán , hermano, para aplacar tu sed de sangre?


 
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