viernes, 20 de julio de 2018

SEVILLA TIENE UN COLOR ESPECIAL


Por. José Ramón Burgos Mosquera

Confieso que fue amor a primera vista. Un  entusiasta grupo de mozalbetes venía coreando el estribillo de su canción emblemática como si fuera una nana de cuna:

"Sevilla, tan sonriente, yo me lleno de alegría cuando hablo con su gente, 
Sevilla enamora al cielo, para vestirlo de azul, capazo duerme en Triana, 
Y la luna en Santa Cruz. 

Todos a una se acompañaban con palmas y entonaban:

"Sevilla tiene un color especial, Sevilla sigue teniendo, su duende 
Me sigue oliendo a azahar, me gusta estar con su gente". 

La primera voz era de una joven mochilera de corte universal que se nos metió en el alma:

"Sevilla, tan cariñosa, tan morenita, gitana, tan morena y tan hermosa, 
Sevilla enamora al río y hasta San Lucar se va, y a la mujer de mantilla 
Le gusta verla pasar". 

Sus amigos la animaban con el coro y las palmas: 

"Sevilla tiene un color especial, Sevilla sigue teniendo, su duende 
Me sigue oliendo a azahar, me gusta estar con su gente".

Desde entonces vagamos recordando esa deliciosa canción: 

"Sevilla, tu eres mi amante, misteriosa reina mora, tan flamenca y elegante, 
Sevilla enamora al mundo por su manera de ser, por su calor, por sus ferias, 
Sevilla tuvo que ser." 

Esa identidad universal de los sevillanos que los hace ciudadanos del mundo, subyuga. Se sienten los dueños del nuevo mundo, herederos de una gesta heróica sin dimensiones que preservan en el edificio de la Casa de Contratación, en sus museos, en sus alcázares y en sus actitudes ante la vida. Eso los hace excepcionalmente cultos, gentiles, generosos, dignos y mundanos. Mucho de sangre árabe corre no solo por sus venas sino en cada vuelta de esquina donde se encuentra ese espíritu de cultura milenaria y distante. Y en el entramado esa efervescencia andaluza que salpica aquí y allá haciendo de ésta ciudad una de las más originales del mundo.

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