viernes, 2 de mayo de 2008

CONTRA LA PROVINCIA… A LA CARGA!!









A la capital de Colombia la han hecho más insólita e inaccesible los medios de comunicación que la orientan a su antojo con su fatigante prepotencia pontifical que los millones de colombianos sobrevivientes al hacinamiento ruidoso y asfixiante, intemporal e insensible, de quienes deambulan como sonámbulos tratando de encontrar un ápice de identificación con una urbe cuyo único mérito radica en haber limado la costra de provincialismo con que se llegó a ella.

Pero de la misma manera como Bogotá exhala esa apariencia de ciudad sin fronteras y de puertas siempre abiertas, es callada y secretamente centralista en defensa de la mayor concentración del poder de la nación en manos de un estrecho círculo de privilegiados con acceso a los medios de comunicación de masas donde bajo las influencias recurrentes de sus pocos propietarios se viola el más elemental sentido de la equidad dando rienda suelta a una desmesurada capacidad para inflar talentos inexistentes en mediocridades adineradas, reciclan prestigios calcinados por el estrepitosos rechazo nacional, o confabularse inmisericordes contra los anónimos personajes de la provincia. Apolillados por el frío y carcomida por los recelos, la fauna de la gran prensa devora ministros, congresistas, gobernadores, concejales. Noticia es colocar en el asador y dejar en entredicho los logros de la provincia. Ignorar sus logros es una política permanente porque para los medios “no vende” la buena prensa sino el escarnio, en un país quejoso por el sempiterno problema de la mala imagen.

Son verdadera excepciones las que brillan con su propia luz: García Márquez, Fernando Botero “el Pintor”, Manuel Elkin Patarroyo, porque por lo general las luces de las cámaras de televisión se rinden ante los caprichos de personajillos hechos por la fuerza de sus relaciones, de los presupuestos publicitarios que manejan, de las juntas directivas a que pertenecen; así pues, personajes que en los departamentos son mirados como semidioses, allá a duras penas son reconocidos por sus amigos de la provincia: ya sean parlamentarios, gerentes o profesionales de renombre.

En la capital por lo mismo se inventan imágenes, se pergeñan comedias, se elaboran figurines de relumbrón. Son los “favoritos” de los medios: la TV., El Tiempo y las dos grandes cadenas privadas de radio (RCN y Caracol) y sus revistas semanales Semana, Cromos, Aló, TV y Novelas.

Ese cerrado círculo maquiavélico promueve prestigios, inventa jefaturas, aglutina adhesiones, genera movimientos conduciendo el río de la opinión pública por un cauce preestablecido e invisible que de una u otra manera termina convertido en las grandes decisiones nacionales. Los “medios” han hecho personajes de la nada llámense Vives, Santofimio, Sanín Botero Zea o Mockus.

Los medios igualmente han destrozado a su gusto personajes que siguen vigentes en la provincia: Santofimio, Latorre, Maria Eugenia Rojas, o Vives Echeverría, Guerra Serna o Char Abdala. No existe sin embargo equilibrio en esa comparsa de odios aparentes y cariños reales. Para nadie es un secreto que a los políticos de provincia que “pecan” se les sanciona con la pena inconmutable del escarnio público. ¿A los de la capital? No…no es igual. El despliegue con Escrucería en nada se pareció al de Losada Valderrama, o Blakburn o los Puyo Vasco de la Empresa de Energía de Bogotá.

Pese a los esfuerzos de El Tiempo con sus ediciones regionales, la gran prensa y las cadenas de televisión son marcada e insoportablemente centralistas; el gran esfuerzo que cumplen los líderes de la provincia para salir del anonimato se ve menguado por el cerco de hostilidad que les tienden los editores de la capital, excepción hecha de las cadenas radiales donde la apertura a la noticia regional encuentra acogida mas o menos aceptable. Y pensar que los hilos conducentes de esa tiranía son movidos por marionetas del desarraigo que lograron sobrevivir a la soledad, olvidaron sus propias raíces y ahora exhiben orgullosos el tatuaje pálido de socarronería del altiplano que les era tan detestable al comienzo.

Un aspirante de provincia a cargosa nacionales debe moverse y frecuentar la alta sociedad bogotana, dejarse seducir por los salones aristocráticos, su refinamiento, la vida ociosa y hedonista de sus protagonistas, nadar en los ríos de conversación sutil, modales exquisitos y costumbres caras que han hecho de la capital “la tenaz suramericana”, lo demás es cuestión de tiempo. Los “dueños” de los medios merodean por allí, y al final terminan reconociendo como válidas las opiniones de un Belisario, un Gaviria, un Holguín, un Uribe…

(Publicado en Occidente y El Liberal en octubre 24 de 1995)

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